Juan Carlos González

Juan Carlos González

Doctor en medicina, graduado de la maestría en salud pública de la Universidad Nacional, especializado en Gerencia en Instituciones de la Salud y la Seguridad. Es un maestro universitario consagrado con la academia y las ciencias médicas, más de 30 años de investigación y experiencia laboral, principalmente en la Fundación Universitaria Juan N. Corpas. Además de ser experto en análisis de la juventud y su relación con la salud, es un escritor maravilloso.

¡Recordar es vivir…! Cantaban Garzón y Collazos con sus guitarras y tal vez tiples hace ya muchos años. Devolverme 47 años y estar en aquellos 15 años no es tarea veraz, pues la mente parece que olvida lo malo y solo deja lo bueno. Y he decir que mi pasado por donde lo mire ha sido bueno. De una vez confieso que no escuché jamás a Garzón y Collazos, más si el título de la canción. A mis quince (15) años la música POP y Disco de USA competía con la balada romántica de España y entre ambas pasaba mi audición sus tarareos. Por cierto, jamás he sido rítmico, pero si, un enamorado de estudiar bajo el amparo de la música. Me ayuda a hacer un alto, liberar mi mente de la concentración y repetir el ciclo.

¡En mis 15 años el mundo me maravillaba…! Recién acaba de pasar mi primera crisis consolidadora de identidad, donde la inseguridad estaba siendo desplazada. En concreto, acababa de descubrir que no era feo, tampoco un adonis. Era un ser normal el que podía gustarle a algunas y no gustarle a otras chicas de mi medio. Descubrí que pertenecía a mi grupo sin más pero también sin menos.

Hacia menos de 6 meses que había tenido la extraordinaria experiencia de asistir a unos cursillos de cristiandad, a los que acudí, por cierto, como alternativa para no ir al colegio, pues, aunque siempre la pasé bien en el mismo, no ir (capar clase), era un anhelo irracional al que casi todos mis compañeros y yo aspirábamos y no dejábamos pasar oportunidad.

En esos cursillos, donde nos reunieron con jóvenes y nos pusieron a discutir de todo, pero por sobre todo del amor al prójimo, descubrí algo que no sabía estaba tan sembrado en mi corazón: una preocupación por los desposeídos. Allí, en ese encierro juvenil, nos hicieron reflexionar de una forma maravillosa y nos hicieron comprender que nosotros éramos parte de un cambio. Conocí la “revolución del amor”.  En nuestras discusiones surgió el apenas un año antes sacrificado Salvador Allende y lo que quiso hacer en Chile. ¿Quién lo hubiera creído? Un grupo católico hablando de un presidente marxista. Pero lo más importante, fue que allí, con esos jóvenes desconocidos antes y luego del encuentro, allí sentí que en mi corazón existía una semilla dirigida a los demás.

Es increíble como sentir algo en el corazón de uno joven, cambia la vida, al menos la mía. Luego de aquella experiencia, mi vida tenía un poderoso sentido. Organizamos con otros jóvenes grupos juveniles, cuyo fin era acudir a barrios populares a ayudar a los otros jóvenes. ¡Debíamos impulsar la revolución del amor! El siguiente año y medio, hicimos un gran grupo juvenil, donde compartíamos, tanto el amor, que resultaron múltiples noviazgos. Descubrí basado en la experiencia que pensar en luchar por la justicia social, abre el corazón al amor juvenil.A Mis Quince (15) AñosTodos mis pares, oímos e incluso leímos como en Estados Unidos, un presidente caía por violentar la libertad a través de trampas. ¡Era una retaliación del mundo contra la caída de Allende! y con ello sentimos que el orbe podía ser justo, ¡era probable!

Fue justo en esos momentos, que vimos como surgía un extraño y sorprendente movimiento. Recuerdo unos avisos en los periódicos que decían “¡Contra la mala memoria, contra los parásitos y gusanos… ya viene el M 19!” y comprendimos que se trataba de un movimiento subversivo cuando se llevaron (robaron) la espada de Bolívar. Parecían diferentes, eran diferentes en su discurso a ese idioma casi calcado del marxismo, leninismo y trotskismo, que repetían aquellos jóvenes que, como nosotros, querían luchar por la justicia social, pero desde otra esquina. Eso sí, ellos y nosotros creíamos que cambiar el país, incluso el mundo era posible: ellos a través de la revolución armada y nosotros por la revolución del amor. Para ellos, nosotros éramos burgueses, para nosotros ellos mamertos.

¿Qué nos pasó? ¿Dónde quedaron esas ideas de justicia social? Al ver el paso del tiempo, vi como algunos de los mamertos se fueron al monte y allí murieron, unos en el combate, otros sucumbieron por la corrupción del narcotráfico en Colombia. De nosotros, viví en carne propia lo que es dejar de pensar en los demás por la comodidad de mi desarrollo personal, aprendiendo a cerrar los ojos por los demás, a través de un buen carro, una buena casa, un buen trabajo. De ambos bandos, he visto como permitimos que la corrupción se lleve cualquier esperanza…

No fue mi generación la que nos dará una posibilidad de un mundo mejor.  Sin embargo, ¡sé que la que nos la de, se gestará en la adolescencia! ¡justo alrededor de los 15 años!

Si quiere consultar trabajos de investigación relacionados con adolescencia y otros temas de interés por favor dirigirse a este enlace ResearchGate Juan Carlos González 

Primera Cara de la Moneda – Las Tr3s Caras de la Moneda: #adolescencia.