Simon Hore González

Simon Hore González

Periodista apasionado por las letras y la escritura, comunicador por naturaleza, amante de la vida, la política y el lenguaje.

Como lo describe “El Flecha”, mítico personaje principal del escritor y cuentista colombiano, David Sánchez Juliao, en su legendaria narrativa oral que lleva por título el mismo sobrenombre, la adolescencia es esa etapa de la vida en la que nos enfrentamos, entre muchos otros, al dilema: “o le das la cara a la humanidad femenina por delante o le das la espalda a la humanidad masculina por detrás”.

De forma divertida y redimiendo la tradición oral, Sánchez Juliao, a través del “Flecha”, sintetiza los años de juventud, en su particular dialecto costeño como “la edad del tibiri tabara, la edad de la situación brillantina moroline, de la campanita, la edad del tres y dos, bases llenas, última entrada, la edad del Niágara en bicicleta, la edad del ser o no ser”. Y es justamente sobre este tiempo de la vida que estamos llamados a transcurrir, pero que no todos superamos, que hoy quiero manifestarme.

La adolescencia inicia cada vez más temprano. En los hombres, particularmente entre colombianos de mi generación, nacidos en la década de los 80s, esta etapa empezó a evidenciarse sutilmente cuando cumplimos 12 años o experimentamos por primera vez una erección y en muchos casos terminó pasados los 35, permitiéndonos extenderla, en principio, para seguir creciendo, confrontándonos y madurando. Sin perder el espíritu rebelde y a veces exigiéndole a la vitalidad que nos permita seguir siendo jóvenes, manteniendo una convicción de cambio y renovación, formamos unas bases para llegar a los 40 entre la confianza y la travesura, aún nos consideramos jovenzuelos y así somos distintos a otras generaciones o como se concebían al llegar a este umbral de la vida.

Hasta el momento me he referido a la adolescencia destacando únicamente la condición del género masculino que enfrenta en este periodo de la vida cambios, alteraciones y una inevitable transformación, como especie de transito definitorio hacia la adultez. Sin embargo, he obviado deliberadamente, lo que experimentan las mujeres, que, si bien es equiparable en términos de igualdad, resulta una experiencia diferente, con sus particularidades y proezas propias.

La edad del tibiri tabara: ser o no ser¿Cómo resumiría la versión femenina del “Flecha”, “La Flecha”, esta misteriosa y asombrosa etapa de metamorfosis adolescente? Me voy a arriesgar a sustituir el género del personaje y algunas palabras de su discurso, por supuesto exponiéndome a que las mujeres me critiquen y propongan otras alternativas, para continuar esta columna sin dualidades inequitativas. “O le das la cara a la humanidad masculina por delante o le das la espalda a la humanidad femenina como prefieras”.

Parece evidente que hombres y mujeres no encaramos los mismos dilemas en la adolescencia y menos en un país patriarcal, violento y discriminatorio como Colombia. Si no se trata únicamente de asumir una identidad sexual, establecer unos gustos, forjar un criterio, adjudicar una posición política e incluso de entablar una forma de relacionarnos con los otros, con el mundo que nos rodea y decidirse a seguir un camino en la vida adulta, además de los vellos púbicos, la menstruación y el cambio de voz… entonces ¿qué significa y representa la adolescencia en la vida de las personas? Además, por supuesto de esa etapa crítica en la que los adolescentes irritan a los adultos, están desaliñados, granujientos y siempre parecen distraídos o ansiosos.

La Organización Mundial de la Salud define la adolescencia como: “el periodo de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años. Se trata de una de las etapas de transición más importantes en la vida del ser humano, que se caracteriza por un ritmo acelerado de crecimiento y de cambios, superado únicamente por el que experimentan los lactantes. Esta fase de crecimiento y desarrollo viene condicionada por diversos procesos biológicos”. Una definición simple, concreta y correcta, pero sin sustancia, como si la adolescencia fuera una caja de años pasajeros definidos únicamente por edad y biología, como si no transmutara nuestra vida para siempre.

También es recurrente leer definiciones, incluso planteadas por “psicólogos profesionales”, que aseveran de forma irresponsable en cuanto tergiversan el sentido más puro de la palabra que: “el adolescente, adolece de las características propias de un ser formado y carece de los aspectos propios de la adultez”. Derivan la palabra adolescente de su similar lingüístico adolecer, cuando, así bien lo parezcan, no tienen ni la misma raíz ni significan lo mismo. Adolescente se deriva del verbo latino “adolescere” que significa “crecer, desarrollarse, ir en aumento”, contrario a lo que estos dudosos especialistas quieren atribuirle a esta etapa del desarrollo humano.

Es claro entonces que al adolescente no le falta nada, no está padeciendo, no es un ser incompleto ni desadaptado, por el contrario, se encuentra en una fase de crecimiento, que le permite explorar continuamente, adquirir nuevos conocimientos y forjar estructuras para vivir de forma libre y autónoma en un mundo cambiante, pero siempre basado en unos orígenes comunes, en unos principios que compartimos.

Es quizá por esa sed de conocimiento, por esa necesidad intrínseca de descubrirlo todo y no preocuparse por nada, que los adolescentes suelen llevar la contraria, creen tener la razón y se disputan con frecuencia el poder de sus padres. Entonces, ¿por qué dejamos de ser adolescentes? ¿Cuándo decidimos dejar de explorar y continuar creciendo? ¿Acaso la madurez implica subordinación, obediencia ciega y no cuestionarse? ¿No es precisamente la indagación que acompañada de conocimiento y criterio le ha permitido evolucionar a nuestra especie?

Me niego a abandonar la adolescencia. Invito a jóvenes que atraviesan esta difícil etapa y adultos que se niegan a abandonarla, a que no se subyuguen tan temprano. A los más jóvenes, que hagan gala de esa edad donde en la mayoría de los casos aún no hay dolencias en el cuerpo y la inocencia aún está intacta (así en Colombia el panorama de los jóvenes sea desolador y los últimos acontecimientos lo corroboren, creo en la juventud y en que deberíamos brindarles un país libre, justo y mejor para desarrollarse).

Y para esos adolescentes mayores, que se aproximan a los 40, como yo, a que sigan descubriendo, cuestionando y cambiando. No confundan madurez con estupidez, no se acartonen tan rápido y no pierdan la capacidad de seguir explorando, ahora quizá, sin los problemas de acné y sudoración atípica propias de años anteriores.  

Tema para Las Tr3s Caras de la Moneda: #adolescencia.