Juan Pablo Muñoz

Juan Pablo Muñoz

Abogado del interés público, el ambiente y la diversidad. Defensor de la Ley de Origen. Libertario musical.

Durante la pandemia, sentir y pensar la paz tras los hechos que a esta altura parecen definir trágicamente y desde la barbarie el porvenir nacional, es una hazaña atribuible, sobre todo, a los liderazgos locales y principalmente rurales que este país, históricamente y en medio del dolor y el miedo, no ha cesado tampoco de gestar. Es con ellos, contra la injusticia de su despojo, asesinato y desplazamiento, que hoy también se siente y piensa la paz desde una emergente conciencia urbana, principalmente joven, bien informada e interconectada.

Tras la llegada en marzo de este año del virus del Covid-19… y con este, el del Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica, la movilización social estudiantil, de los trabajadores, indígenas, afrodescendientes y campesinos, cuya latente llama venía atizada en 2019; en medio de un escenario de limitaciones y restricciones de Estado, oscilante entre la legitimidad, el abuso y la arbitrariedad, fue llevada inevitablemente a su mengua.

A un semestre de vida social en estado de excepción, el panorama lo completan el inocultable y renovado afán que muestran tener los actores empresariales, estatales e ilegales con intereses en el uso, la ocupación, el despojo y la extracción de recursos naturales en los territorios étnicos y campesinos, y junto a ella una intensa ola de sistemáticas violaciones del derecho a la vida y de los demás derechos humanos más básicos a lo largo y ancho del país.

Así, entre las trizas de la Paz y el impetuoso regreso de las atrocidades de la guerra, una convergencia de artistas, entre los que se cuentan actores, humoristas, estudiantes, músicos, quienes junto a estudiantes, activistas, académicos, periodistas y abogados defensores de los derechos humanos, amplificados por las redes de la comunicación y una realidad virtual forzada y más apropiada que nunca, vienen desde sus diversos oficios, artes y culturas, movilizando con creciente éxito la legítima indignación de los ciudadanos con el desgobierno.

Pandemia, exacerbación… ¿transformación?

Virtualidad no parece ser en esta actual indignación y politización colectivas, la expresión de una mera ola estadística o electoral, a la manera de la gaseosa ola verde que llevara en 2010 a su partido a una segunda vuelta presidencial, para luego ser aplastado por el aún sincronizado para entonces, aunque a la larga defraudado Uribísmo, pues, a diferencia de aquella, la actual indignación ya mostró en la “antigua normalidad” contar con determinación, impacto, constancia y una base activa, creativa e informada en las plazas, los parques y calles de los principales centros urbanos del país; una sin precedente.

Pero tal vez el rasgo que más destaca de este movimiento es el de encontrar una de sus semillas en el campo, es su cercanía, interés e indignación por la dramática y hoy ya inocultable realidad rural de este país. Es esto lo que hace pensar y sentir la paz en este movimiento colectivo y promete hacer del mismo algo más que una ebullición maleable de inconformismo y presa fácil de las clases políticas tradicionales, que aunque conocidas por la inconsecuencia con sus banderas partidistas, han demostrado también históricamente y con creces saber capitalizar para sus propios intereses el sufrimiento y descontento populares.

Ello es así no solo por cuenta del que pareciera ser también el abrir de ojos urbano a una comprensión de la paz cuya sostenibilidad se juega evidentemente en el campo, con su diversidad étnica, cultural y biológica. Lo anterior, queremos much@s hoy pensar, como el resultado de los que comienzan a ser los réditos de la paz acordada, en el despertar de una hipnosis a la que, tras décadas de gobierno a través de la guerra tele transmitida, o de gubernamentalidad bélica en Colombia, como fuera muy bien descrito por el profesor Darío Muñoz en un texto publicado en 2014 por la Revista Nómadas (Disponible aquí ), fuera sometida y disciplinada, toda una generación de colombian@s para la indiferencia guerrerista.

Hasta qué punto sin embargo esta exacerbación de la indignación colectiva ante la guerra, el miedo y la muerte en los territorios de Colombia, como frente a la que se muestra de las discriminaciones y desigualdades más profundas de nuestra sociedad, hará intensificar hasta consolidar el totalitarismo en su peor y más solapada versión, o más bien será por el contrario esta “nueva normalidad” un verdadero campo fértil de disenso, liderazgos heroicos, mingas de vida, contracultura y polarización política en su más urgente y democrática acepción. Meses decisivos se aproximan.

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